Echando la vista atrás, recuerdo Salvador (Bahía, Brasil) como uno de los lugares más emocionantes que he podido caminar en mi Latinoamérica. Si pudiera definir la ciudad en pocas palabras hablaría de sincretismo, música, naturaleza, alegría.
Conceptos que se viven en el día a día combinados en una mezcla potente que impregna cada faceta de la vida. No es posible pensar Salvador sin el ritmo de su percusión como banda de sonido permanente. Sin el movimiento hecho danza, sin la disciplina y reivindicación histórica hechas lucha. La religión africana, mutada, amputada, reconvertida, disfrazada de catolicismo sigue palpitando en los barrios, las iglesias coloniales, en la mesa, en los rituales semi ocultos, en las sonrisas.
Capoeira: Fly Away Beetle Trailer from bluedot productions on Vimeo.
He estado en Salvador en 4 oportunidades. Lamentablemente, en épocas en que no contábamos con móviles con cámara, Instagram, Twitter o Facebook para tener fotos digitales y compartirlas al momento. Llevo en mí las imágenes más vivas recogidas en esos viajes:
* Los tríos eléctricos atronando a su paso por la avenida costera. Sumarse a la marea humana saltando y dejándose llevar por el sonido. Vivir un Carnaval en Bahía, tan diferente al carioca, y olvidarse de todo.
* Cruzar la Bahía de Todos los Santos en el ferry a las islas: las playas de Itaparica, de Boipeba (foto). Días completos bajo sol y buscando la sombra de las palmeras, de comida sabrosa y baile.
* Caminar el Pelourinho (foto) lejos de las calles más turísticas. ¡Ten cuidado!, me dijeron antes de lanzarme sola. Sólo me crucé con gente humilde (pobre, diría yo) pero de inmensas sonrisas. Un patrimonio “de la Humanidad” tan valioso como este centro histórico. Lugar donde se tejió lo mejor y lo peor de la historia colonial en esta parte de América.
* Esa sensación que por mas que visites Salvador, la ciudad se guarda algo para ella misma. Que sus secretos más guardados, su cara más íntima, no está a la vista de cualquiera por más que caiga enamorado por sus encantos. Como una bella muchacha remisa a entregarlo todo.
Miraba fotos y recordaba aquellas visitas, y me planteaba alguna próxima. Además, ví que TAM auspicia el (hay tiempo hasta el 7 de octubre).
¿Quién sabe? Tal vez la próxima vez que vaya a Salvador, viaje con mi nuevo iPad 2 y vuelva cargada de fotos para agregar a esta galería.
Como cantaba Gilberto Gil, hijo de Salvador, cuando llevaba mucho tiempo en Londres y añoraba su tierra:
…Naquela ausÄ™ncia de calor, de cor, de sal,
De sol, de coraí§Äƒo prasentir
Tanta saudade preservada num velho baú de prata dentro de mim
Digo num baú de prata porque prata é a luz do luar
Do luar que tanta falta me fazia junto do mar
Mar da Bahia cujo verde vez em quando me fazia bem relembrar…
… Y aquella ausencia de calor, de color, de sal,
de sol, de corazón para sentir
tanta añoranza guardada en un viejo baúl de plata dentro de mi.
Digo un baúl de plata porque plateada es la luz del lugar.
Del lugar que tanta falta me hacía junto al mar.
Mar de Bahía, cuyo verde de vez en cuando, me hacía bien recordar…
3 Comentarios
Qué bien me vendrÃa ahora una escapadita por esas tierras
Bravo!
Me ha encantado el relato sobretodo “las sonrisas de la gente, patrimonio de la humanidad” cuánta razón tienes y que manera más bonita de escribirlo.
Gracias Sergio! SÃ, Salvador tiene algo que embruja. A pesar de la pobreza, de la falta de recursos, mantienen ese orgullo de raza envidiable. En cada sonrisa blanca, en cada mano tendida con un buen plato de xinxim de galinha. Saludos!