Recordaba hace unos minutos el encuentro que tuve este verano con una amable señora japonesa. La venerable señora, tía de una amiga mía del mismo origen, llegaba con su hija a España para visitar a su sobrina directamente desde Paris. Había cumplido el sueño de su vida.
La pobre mujer estaba en shock.
Esta amable señora no salía de su asombro, víctima del llamado Síndrome de Paris. Sufría palpitaciones y por la noche no podía conciliar el sueño. Después de ver rota su ilusión en la capital francesa, la energía caótica española no la sorprendía. Hasta parecía aliviada. ¿Qué le pasó?
Después de hablar bastante con ella, su hija y mi amiga, pude enterarme de cosas bastante interesantes.
Paris encarna para el japonés medio el ideal de la ciudad europea, elegante, culta, refinada. Donde cada calle es una postal idílica de arquitectura y costumbres modélicas.
Sueñan llegar a recorrer los Campos Elíseos a los que idealizan como un inmenso jardín Zen. Subir a una Torre Eiffel majestuosa, altiva y exclusiva para ellos, desde donde observar una bella ciudad a sus pies, acompañados por el sonido del viento mezclado con el de los pájaros.
Bonito. Pero totalmente irreal, claro.
Lo que realmente se encuentran después de 16 horas de vuelo, es una ciudad hermosa, pero muy distinta a lo que tenían pensado. El tráfico es el amo absoluto de los Champs Elysees, hay colas eternas para subir a la Torre Eiffel (con miles de orientales de todos los rincones compartiendo un tremendo asombro que hasta logra redondearles los ojos), las tiendas de souvenirs inundan las veredas, el río Sena no es azul transparente (ni hay carpas doradas jugueteando en sus orillas).
No entienden el idioma y la descortesía habitual hacia los turistas les inhibe de solicitar ayuda. Los japoneses de cierta edad, como en el caso de esta señora, no hablan otra cosa que japonés, y aunque vienen con ciertas frases básicas en inglés aprendidas fonéticamente, poco les ayudan en tierra francesa.
El jet lag hace estragos en estos pobres japoneses que apenas logran sobreponerse cuando ya deben abandonar Paris, la ciudad tan largamente ansiada.
Conclusión: una experiencia tremenda que los golpea fuertemente y les hace bajar a la realidad que, como todos sabemos, es asesina de las mejores ilusiones.
Todos, sin embargo, podemos sufrir nuestro propio Síndrome de Paris si no preparamos nuestro próximo viaje con realismo.
Gracias, Jorge Gobbi por recordarme este esclarecedor encuentro, con esta mujer japonesa en estado de shock.
Imagen de TaylorMiles .
3 Comentarios
La verdad que una vez he viajado a Japón y veo como se vive allÃ, si para nosotros ir a otros paÃses es como ir a otro mundo, para ellos debe serlo aún más.
En muchas ocasiones es peligroso idealizar un destino y pensar que todo es maravilloso e idÃlico, porque te puedes llevar un palo enorme como el que se llevó esta pobre japonesa.
AsÃ, todo es cuestión de expectativas y de la preparación del viaje. Gracias por pasar por mi casa :)
No me negarás que un parisino lo pasarÃa bastante peor en Japón.