En ocasiones el camino te sorprende. Te topas con un lugar casi de casualidad y descubres un destino turístico que te encanta. Eso me ocurrió con Narbona.
Cuando organicé una escapada a la región de Languedoc-Rosellón en el sur de Francia, mi atención estaba dirigida a la “famosa” Carcasona o Carcasonne, sus murallas y sus viñedos cercanos. Y su visita fue encantadora, a pesar de lluvia persistente y la marea humana que inundaba sus callecitas medievales y adoquinadas.
Sin embargo, el azar nos llevó a recorrer esa hora escasa de viaje en coche hacia Narbona, camino al este. Un viaje improvisado por Francia en pleno verano tiene esas cosas… no encuentras fácilmente alojamiento y gracias a esa contingencia nos dijimos: ¿Seguimos viaje hacia Narbona? Ok. Y allí fuimos.
La ciudad nos recibió sin lluvia y con habitaciones de hotel disponibles. Y fue una suerte ya que pudimos descubrir una ciudad que a priori no teníamos en nuestro itinerario. Es bueno dejarse “sorprender” por el camino y viajar sin rumbo demasiado fijo. Nos quedamos.
Narbona tiene una larga historia, ya que fue una de las primeras colonias fundadas por los romanos más allá d ellos Alpes. Así creció Narbona en el siglo II a.C., a la vera del camino que unía Roma con Hispania: la Vía Domitia. De aquellas raíces romanas puedes ver aún los restos de la calzada frente al mismísimo Ayuntamiento.
En los alrededores de Narbona se plantaron las primeras vides, traídas por los romanos también. Y de aquellas viñas se desarrolló una de las industrias de la zona y que da muchas opciones para el enoturismo.
Pero si hay un momento en la historia en que Narbona brilló con luz propia, es en los siglos X al XV, cuando la sociedad medieval se afianza en la ciudad y levanta los grandes palacios y edificios que dan carácter hoy al centro de Narbona.
El corazón del casco antiguo de Narbona está entre los muros gruesos y oscuros de piedra que dan forma al Palacio de los Arzobispos y la Catedral. Desde la Plaza Central de la ciudad (donde encontrarás multitud de terrazas donde dejar pasar el tiempo), pasa por debajo del Arco del Ancla para sumergirte en el ambiente medieval.
La minute du monument - Palais des Archevêques por mairiedenarb
Este arco toma el nombre del ancla que está sobre el url de la derecha y que recuerda que por aquí pasaba el camino hacia la costa mediterránea, a pocos kilómetros. Pero además, nos da la pista de uno de los atractivos de la ciudad: el Canal de la Robine.
Este canal, que cruza la ciudad y pasa a escasos metros del ayuntamiento y Palacio Arzobispal, fue construido en el siglo XVII para extender el Canal du Midi hacia el Mediterráneo. Eran momentos de explotar los recursos naturales y comerciar con ellos, y estas dos vías conectadas eran necesarias. Este complejo de canales franceses fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1996.
Hoy el Canal de la Robine es un paseo urbano, done puedes alquilar una barca para recorrer el centro mismo de la ciudad y tener otra visión, o pasear por su ribera perfectamente urbanizada y accesible. Además desde sus puentes tendrás buenos sitios para hacer fotos de la ciudad. Uno de ellos es muy particular: el Puente de los Comerciantes es uno de los únicos puentes medievales ocupados por tiendas que sigue en pie y funcionando como entonces. Fácilmente podemos hacer un paralelismo con su “primo” en Florencia.
Pero antes de dejar el casco antiguo, debo recomendar una visita detallada a la Catedral de Narbona de San Justo y San Pastor, un claro ejemplo de la arquitectura medieval y su paso del románico al gótico. Su claustro es fantástico, y se conserva muy original. Su interior, la luz multicolor de sus vidrierías quebrando el ambiente umbrío de sus muros de piedra, es asombroso. Puede visitarse el Tesoro y el Coro es sencillamente una obra maestra.
En la ciudad también encontramos la Basílica de San Pablo, que lamentablemente no pudimos visitar. ¡Ya tenemos una buena excusa para volver a Narbona!
Es hora de dejar el casco antiguo, siguiendo el curso del canal hacia el Mercado de Abastos o Les Halles. Una gran superficie de arquitectura industrial y de estilo Baltard, típico de finales del siglo XIX y principios del XX.
Conserva el ambiente popular entre sus muchos puestos donde perderse entre quesos, verduras de la zona, boulangeries no aptas para hacer dieta, carnicerías con todo tipo de aves y embutidos, chocolaterías, pescaderías y demás. Es, además, un punto de encuentro social para ir a tomar el aperitivo y disfrutar de un plato de ostras y una copa de champagne por pocos euros.
El lugar ideal para comprar un buen pan de campo, que te corten dos buenos trozos de varios quesos, algún embutido y fruta fresca, para preparar un picnic. O sentarte en una barra a desayunar con un café au lait y una narbonnaise: una pasta o factura (para los argentinos que lean esto), de masa hojaldrada de brioche, rellena de manzanas y uvas pasas y coronada por piñones y azúcar. ¡Un must!
Lo dicho, Narbona nos sorprendió gratamente y seguramente volveremos.
Aquí todas mis fotos de Narbonna
Si quieres conocer un poco mas sobre la ciudad, te invito a que leas el post que escribí sobre Narbona para el blog de la empresa HomeAway:
6 Comentarios
Tenemos en mente un viaje este verano a Francia y aunque en principio la idea era Reims y la zona de champagne, teniendo en cuenta que iremos con niños en coche,nos estamos replanteando la zona, pensado entre otras en la región del languedoc-roussillon, y tu reportaje creo que va ayudarme a decidirme. Te agradecería me comentases como esta de complicado y de precio el alojamiento en la zona. Gracias de antemano
Si te decides por la zona de Narbona, no te defraudará. Y está muy cerca de la cuenca de vinos de Carcasonne. Buen viaje!
Narbona, como Perpiñán, siempre se me quedan en el tintero cuando paso por el sur de Francia, eligiendo antes Toulouse, Carcasona o Motpellier. Pero tomo nota, ¡gracias Maria Valeria!
La próxima vez, visítala. No te defraudará! Gracias por tu comentario, Víctor.
No os la perdais, me encanto Narbonne.
Y mas si es en buena compañia ;)
Volveremos!