Dentro de las variadas experiencias que viví en la Laponia sueca, una de las más interesantes para mi fue pasar una noche en un poblado sami. A partir de Arjeplog, un camino rodeando lagos y atravesando bosques de abedules me llevó hasta Batsuoj.
Allí se encuentra la casa de Lotha Svensson, mujer pequeña como todos los de raza sami, de ojos pícaros y azules y una visión moderna de su comunidad. Esa misma visión fue la que la llevó a transformar el poblado sami que había albergado cada verano a su familia y a otras 3 o 4 mas, a lo largo de muchas generaciones, en un alojamiento para visitantes manteniendo todo el espíritu original.
En Diario del Viajero hago una descripción de este poblado, con sus edificios principales: las gahtie o casas familiares, los ajtte o depósitos que guardan lo mas importante de un año para el otro y los njalla que se construyen para guardar la comida durante el día cuando la familia se iba con los renos al bosque.
Quiero aquí dejar mi visión más íntima, fruto de la conversación con una mujer como yo, madre y trabajadora, con una realidad diametralmente distinta a la mía.
Lotha nos esperaba con sus hijos adolescentes, su marido ausente arriando las dispersas manadas por un extenso territorio comunal, volvía por la noche. Los chicos, como cualquier adolescente, desgarbados y con pocas ganas de cualquier cosa. Lotha, una pila de energía a punto de dispararse en cuanto alguien le pida algo.
En ese lugar idílico, con la paz hecha silencio y belleza, Lotha y yo mantuvimos una larga e interesante charla.
Hablamos de criar hijos, de la adolescencia allí y aquí, de internet y las ventajas para desarrollar un trabajo independiente, de cocina, de economía. Me contó que el pueblo sami, desde tiempos inmemoriales, vivió una vida casi nómade siguiendo un calendario personalísimo regido por el ciclo de vida del reno.
El año se divide en 8 estaciones que siguen los hechos más importantes en la vida de este animal, sustento de toda una culura. La época de apareamiento, los escasos meses de preñez, los partos, el cuidado y enseñanza de los pequeños, en la época de clima más benigno. Estuve a principio de julio y ya las hembras habían parido y estaban todas con las crías en la manada, entre los bosques, enseñandoles a vivir. Sin embargo, en el poblado estaban aún algunas que habían parido a final de temporada y andaban por allí a paso lento y con una imagen un poco tristona por el cambio de pelo que les pone bastante feuchos.
Una vez que las crias son mas grandes, con los primeros fríos las familias desarmaban su vida en este poblado, en el extremo oeste sueco sobre un pacífico lago y casi en las montañas que separan con Noruega. Era momento de emprender el viaje con animales,enseres y familias, hacia la costa del mar Báltico para asentarse en la “casa de invierno” ya que allí el clima es “mas benigno”.
Y fue así generación tras generación hasta que en la década de los años 60/70 del siglo pasado, las autoridades suecas establecieron que los niños debían escolarizarse allí, y construyeron escuelas y caminos. Pero las familias comenzaron a separarse. Una casa en el interior y otra en la costa, donde los hombres llevan los animales aún hoy. Las familias ganaron educación, calefacción, derechos… pero sus costumbres se vieron forzadas para conseguirlo.
Lotha tuvo que convencen a su comunidad para poder abrir al turismo este poblado. Hubo resistencia a abrirse a “desconocidos” que pudieran no entender o menospreciar su cultura. Que se llevan poco a poco su saber, su esencia sami. Lejos de eso, quienes se llegan hasta estos confines lo hacen con los ojos abiertos y el espíritu atento a aprender tanto de su gente como de la Naturaleza.
Este poblado recibe a empresarios y su staff en búsqueda de un rincón donde pensar juntos en un escenario distinto a sus habituales reuniones en oficinas.
Recibe a familias buscando un tipo de turismo simple y cercano, una experiencia compartida que se fije en la memoria de grandes y pequeños y alimente los recuerdos para toda la vida.
Recibe a curiosos y a viajeros empedernidos que nos sentamos en su muelle de madera esperando que nos lleve el silencio, mirando un horizonte tapizado de bosques para ver morir el sol… sólo por un rato.
De mi viaje a Laponia Sueca:
* Suecia: 12 meses, 2 países
* Hotel Stiftsgarden en Skelleftea, Laponia, Suecia.
* Cómo sobrevivir al Sol de Medianoche
Si quieres vivir la misma experiencia, te dejo aquí los contactos para que puedas organizarlo por tu cuenta. Todos, sin excepción, son personas amables,simples y voluntariosas que se pondrán a tus órdenes para que vivas lo mejor de Laponia sueca.
* Batsuoj Sami Center, Lotha Svensson.
* Oficina de Turismo de Arvidsjaur, Petter Manner, Ugo Pisanelli
* Laponia Sueca en Facebook, Sanna Johansson en perfecto castellano “argentino” (esa es otra historia)
Y todas las fotos en mi Flickr
10 Comentarios
Pues no conozco Laponia en verano, solo he ido en invierno, asà que no habÃa mosquitos claro, lo que si habÃa era una gente maravillosa con la que merece mucho la pena convivir, aunque sólo sean unos dÃas :)
Las intensiones de llegar hasta alli, estan intactas me encantó tu descripción del lugar.
Interesante movida para llegar hasta esos lugares, desconocidos por muchos de nosotros, Increible tu relato !!
Laura
Laponia, sin dudas, es uno de los viajes que hay que hacer en la vida, igual que a Costa Rica de donde venimos ahora
Que originalidad!
Me encantó, sobreviviste bien o costó?
Que interesante, alguien me hablo de los mosquitos de esa zona que son verdaderas plagas. No se cuanto habrá de cierto en esto.
Saludos viajeros
Es verdad. Los mosquitos parecen inofensivos pero terminan siendo una verdadera tortura. Lo comento en Cómo sobrevivir al sol de medianoche. Saludos
Envidiable experiencia y un ejemplo de turismo simple, cercano y auténtico. Gracias por compartirlo!
¡Qué auténtico!
Me encanta esa cabaña.
Saludos viajeros
[…] paÃses donde viven. Por suerte, hace pocos meses tuve la oportundiad de viajar a la Laponia sueca y pasar un dÃa con ellos, hablando de sus historia, sus costumbres, sus valores. Una experiencia muy valiosa que me ha […]