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De cómo conocí­ los calabozos americanos por culpa de unas “simples luces”

06 diciembre 2010 por en Anecdotario - 9 Comentarios


Sí­, lo confieso. He probado el frí­o del calabozo en una gélida noche de Washington. Y por unas “simples luces”.

Que no se trata que estuviera un poco aturdida, ni bebida, ni que me hubieran abducido unos pequeños personajes verdes atraí­da por las luces de la nave nodriza. Noooo.

Hoy publicaba un post en Diario del Viajero dando algunos consejos para conducir en Estados Unidos, y siempre está quien comenta: “eso ya lo sé… eso es así­ allí­ y en todos lados” Pues bien, listillo, la idea era recordar que aún las cosas más simples, esas que te parecen tontas de tan obvias, cuando estás fuera de casa pueden cobrar un enorme significado.

No voy a contar en Diario mis anécdotas personales de viaje (nunca lo he hecho) pero aquí­ puedo contarte la verdad: estuve detenida en Washington DC por una simple obviedad: encender las luces incorrectas del coche.

Delante de la Casa Blanca (sí­, para meter la pata mejor hacerlo a lo grande), hay una enorme rotonda elí­ptica más conocida como The Ellipse (obviamente). Es allí­ donde se ubica el gigante árbol navideño cada diciembre, además de darte unas vistas hermosas de la Casa Blanca y los parques cercanos.

Y hacia allí­ nos dirigimos con nuestro flamante coche alquilado, tratanto de tomarle la mano a la caja automática y al asfalto congelado. Era diciembre, y la ciudad estaba hermosamente decorada para las Fiestas. Como habí­amos estado recorriendo a pie The Mall durante la tarde, decidimos volver al hotel (cerca al FBI Headquarter, el Edificio J.Edgar Hoover), sacarnos el frí­o del cuerpo con una ducha y salir en coche a disfrutar de la iluminación navideña camino a Georgetown donde los pequeños restaurantes y delicatessen nos prometí­an una velada gastronómica maravillosa.

Ingenuos.

Rodeamos una vez la Elipse para tener una vista de todo: la vereda que circunda la Casa Blanca, los jardines nevados, las ventanas iluminadas de la residencia, los árboles cargados de nieve, el árbol de Navidad, las avenidas…

Pero no habí­amos sacado suficientes fotos y desde el otro lado de la Elipse se tení­a mejor la perspectiva de la White House. Pues, otra vuelta.

Y ya puestos, querí­amos sacar alguna instantánea de la gente y entonces… otra vuelta más, despacito para que no salgan las fotos movidas, claro.

Antes de iniciar un cuarto circuito por la Elipse con el coche, unas luces azules tiñeron la nieve a nuestro paso y aparecieron en el espejito retrovisor. Woooowww! Sirena y a detenernos con los intermitentes puestos, por supuesto.

Después de ver tantas pelis, ya sabí­amos perfectamente como actuar. ¿Verdad? Esperando con las manos en el volante a que el cop se presentara en nuestra ventanilla.

Y así­ fue. Muy gentilmente el hombre nos preguntaba algo sobre las luces que nuestro oí­do congelado por el viento que entraba por la ventanilla baja no llegaba a decifrar. No era cuestión de idioma (pensamos) sino de lana… la del gorro que cubrí­a nuestra cabeza y mitad de nuestra cara.

En definitiva, que nos decí­a que no llevábamos las luces del coche correspondientes: ya era de noche, nevaba, pero no habí­a niebla, por lo que debí­amos usar un tipo de luces determinadas según el punto 6, del capí­tulo 3 de la ley de tránsito de Distrito de Columbia.

Y salió nuestra frase más brillante: “sólo son unas simples luces” …

En cuanto vimos que cambiaba su mirada, supimos que no deberí­amos haber abierto la bocaza. Sí­, unas simple luces que, mal usadas, encandilan al que viene de frente o le hace invisible a cualquier otro vehí­culo. Además, quien está en falta es USTED! ¡Sí­ganos!

Adiós delicatessen de Georgetown.

Siguiendo a una patrulla con todas sus luces azules girando y teniendo otra detrás (no sabremos nunca de dónde salió la segunda). Así­ completamos un nuevo giro a la Elipse y pasamos frente al maldito árbol de Navidad y a la Casa Blanca de los c…

Será un “simple trámite”, nos dijeron al llegar a comisarí­a. (¿Nos pareció o el tono del “simple trámite” habí­a sonado irónico?). Revisaron una y mil veces el permiso de conducir, el permiso internacional, el pasaporte. Cotejaron en una docena de oportunidades las fotos de los documentos con nuestras caras de arrepentimiento, frustración, hambre, idiotez, inquietud, cansancio.

Pudimos descansar, eso sí­, cómodamente y calentitos en una “celda preventiva” (?): una especie de sala de espera austera y sin ventanas, ni máquinas expendedoras, ni tele. Tampoco tení­a una mesa de interrogatorios en el centro (de esas que llevan una lámpara potente encima), cosa que nos tranquilizó.

Allí­ pasamos unas 4 horas hasta que no tuvieron dudas: sólo eramos unos estúpidos e inofensivos turistas listillos y bocazas.

Imagen de Warren H.

coches Estados Unidos leyes Washington DC

Blogger. Ex agente de viajes. Curiosa y enredada en el 2.0.

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9 Comentarios

  • Daniel Ruiz

    Pues menuda experiencia para contar a los nietos :)
    ¿Y te hicieron un “retrato” con un número, como en las pelis?

    marzo 19, 2012
    • Valeria

      Jejeje! Por suerte no llegaron a “ficharnos” no sé bien por qué. Supongo que estarían ocupados con otras cosas más urgentes. Era una noche muy fría y salieron casi todos a recoger gente por la calle (homeless) mientras nosotros esperábamos en una salita. Menos mal, sino hubiera sido muy difícil volver a entrar en USA más adelante. Saludos!

      marzo 19, 2012
  • Ku

    Qué exageración, por el amor de dios… En Espaňa te hubiese caido el multazo, los puntos… me creo hasta el soborno. Pero el calabozo!! Me parece una pasada… ni que les hubiéseis faltado el respeto =S

    diciembre 7, 2010
  • Iker - No sin mi mochila

    A un amigo lo tuvieron 5 horas “retenido” en la aduana de Estados Unidos porque había un tipo en busca y captura con un nombre muy parecido al suyo.
    Por cierto, que los gringos son de los tipos más majos que me he encontrado por el mundo.

    diciembre 6, 2010
  • Valeria

    No lo sé. Pero puedo decirte que la sensación de “haberte pasado de listo” en un país distinto al tuyo, no se la deseo a nadie. Habrá sido una tontería, y las consecuencias no fueron graves, como digo. No justifico a ninguna de las dos partes (contando con que una de esas “partes” éramos nosotros), pero hay que entender que un coche circulando despacito cargado de gente frente a la Casa Blanca, y con pocas luces… debe haber sido sospechoso. Mas allá de la hipersensibilidad con respecto a la seguridad que se vive en Estados Unidos. Digamos, para mi fue un escarmiento y he aprendido que los detalles locales sí son importantes. Cosa que me gustaría que aprendieran los visitantes que vienen a mi ciudad también.

    diciembre 6, 2010
  • Gonzalo

    Valeria, mira que lo siento… ¿Crees que si esta misma situación os hubiera ocurrido en España no habríais terminado en comisaría?

    diciembre 6, 2010
  • Víctor

    Desde luego que yo en Estados Unidos he aprendido a callar por defecto.

    Al parecer tengo el nombre de un terrorista o algo así y cada vez que entro en alguno de sus aeropuertos me retienen por unos 45 minutos. Y cada vez que abro la boca, me parece que añaden 10 minutos más a la espera.

    diciembre 6, 2010
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    noviembre 8, 2012
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    diciembre 6, 2010

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