Ryokan, un maestro Zen, vivía humildemente en una cabaña a los pies de una montaña.
Una tarde, un ladrón se acercó a su cabaña para descubrir que no había nada que robar.
Cuando Ryokan llegó a su casa, le dijo “Debes haber recorrido un largo camino para visitarme, y no tengo nada para ti. Por favor, toma mis ropas como regalo.”
El ladrón, desconcertado, tomó las ropas y escapó.
Ryokan se sentó desnudo a observar la luna. “Pobre hombre. Ojalá hubiera podido darle esta hermosa luna”
Cuando viajes, no te preocupes mucho por los objetos. Las cosas materiales son útiles, pero no hay que obsesionarse con ellas.
Nada se compara con las verdaderas riquezas que te ofrece un viaje.
1 Comentario
[...] Historias Zen para el viajero (I) Viajar [...]