Lo maravilloso de tener buenos amigos, es que a través de sus ojos, de su memoria, tomas contacto con otras realidades ampliando tu pequeño horizonte hasta el infinito. En este caso, comparto aquí una historia que me contara mi amigo, el gran fotógrafo Manuel Charlón.
Sucedió en Cantabria…
A las dos de la tarde del viernes 3 de noviembre de 1893, mientras se encontraba anclado en Santander, estalló un incendio en la cubierta del barco de vapor Cabo Machichaco, cuyas tres bodegas alojaban 51 toneladas de dinamita de cuya existencia no se había dado parte. La actividad de bomberos y marinos tratando de sofocar las llamas atrajo a cientos de personas al llamado Muelle Número 1, de Maliaño.
A las cuatro de la tarde, con el foco todavía vivo, se conoció el contenido de la embarcación, sin embargo la zona siguió sin despejarse de gente. Un hora después estallaron las dos bodegas de la parte delantera.
Los edificios de las inmediaciones se derrumbaron, los cristales de las ventanas de la ciudad se quebraron y cientos de fragmentos de hierro al rojo salieron despedidos, algunos a varios kilómetros de distancia. Según consta en el patrimonio oral de la familia de mi amigo Manuel: una pequeña viga cayó en el seminario de Corban (a unos 6 kilómetros del puerto).
La onda expansiva se propagó por toda la bahía y una tromba de agua se alzó sobre la orilla arrastrando cadáveres y supervivientes. La explosión provocó la muerte de alrededor de 600 personas y dejó heridas a más de 2.000.
En aquel momento había 50.000 censados en la ciudad, lo que da idea de la magnitud de la tragedia.
Durante los meses siguientes se procedió a extraer la parte que no había explosionado. El 21 de marzo de 1894, sin embargo, días antes de la desaparición de sus últimos restos, el barco volvió a estallar y provocó la muerte de 15 operarios. Casi 4 meses después de la primera explosión.
Aquel suceso fue una de las mayores tragedias que han tenido lugar en la España del siglo XIX. La voluntad de registrar y expresar el recuerdo por lo acontecido quedó plasmada en varias obras de creación, entre ellas, el relato €˜Pachín González€™ (1896) de José María de Pereda, un monumento frente a la estación de ferries (foto del inicio) y un panteón en el cementerio de Ciriego.
Todas las fotos me las pasó Manuel, menos esta última que he “robado” de su Facebook.
Gracias Manuel por esta historia de tu querida Cantabria.
3 Comentarios
Lo cierto es que hay tantas historias que desconocemos. En este caso es tremenda!!
Tremenda historia. me ha impresionado.
Menuda historia ufff!