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Viajar en lunes: Angra dos Reis, cuando todo sale mal

14 marzo 2011 por Valeria en Anecdotario Empresas Mis viajes - 5 Comentarios

Unos dí­as en una posada brasilera frente al mar. La oferta sonaba tentadora y no tardé ni medio minuto en confirmar mi asistencia a este fam tour organizado por una cadena de posadas en Brasil.

Los fam tours o viajes de familiarización se han organizado toda la vida para que los agentes de viajes conozcan productos y servicios que luego van a ofrecer a los clientes que les consultan. Esta invitación llegó a la agencia donde trabajé tantos años, y me encantó la idea de hacer un nuevo fam tour y a esta zona tan bonita de Brasil.

Recordaba este viaje al ver la promoción Tus vacaciones te han escrito una carta de Costa Cruceros, en la cual te invitan a que cuentes tus peores vacaciones. Fácilmente este viaje a Brasil que prometí­a ser maravilloso y terminó siendo una pesadilla, podrí­a servirme para enviar mi relato y aspirar a ganarme el premio del concurso: ¡un crucero de 7 dí­as para 2 personas!

Les cuento:

La costa al sur de Rio de Janeiro tiene hermosos rincones donde la sierra (os morros) se precipitan a una amplia bahí­a con calas y pení­nsulas que siguen los recortes del terreno, con islas pequeñas y la Ilha Grande en su interior.

Su vegetación exhuberante y cerrada hace que lugares como Portogalo, Monsuaba, Jacuiba o Angra dos Reis ofrezcan posadas que parecen colgadas sobre la sierra, rodeadas de verde y con una pequeña y paradisí­aca playita a sus pies. Hacia allí­ í­bamos, para disfrutar de 5 dí­as de visitas a la zona y actividades deportivas.

La llegada a Rio de Janeiro bajo un fuerte chaparrón no nos trajo ningún inconveniente ya que tení­amos un pequeño bus esperando para llevar al grupo (unos 8 agentes de viajes argentinos) hacia Angra dos Reis. Caminos estrechos cerca de la costa hasta llegar a la posada.

Un encanto de lugar, con las habitaciones dispersas en la espesura de la sierra, conectadas a la cabaña principal por caminitos de tierra. Seguí­a lloviendo.

Poco duró el encanto de la posada y el paisaje. Para cuando tuvimos que caminar hasta el restaurant para la cena (con nuestras mejores galas), los caminos estaban empantanados porque que el suelo arcilloso ya no absorbí­a mas agua de lluvia. Pero de alguna manera llegamos (con barro hasta las rodillas).

La cena fue un exquisito buffet que nos dejó el personal antes de irse a sus casas diciendo: “No podemos esperar mas, si sigue lloviendo se cortará la carretera y no podremos volver“. Y así­ fue.

A medianoche se cortó la luz. Y no volvió en los siguientres 5 dí­as.

El personal del hotel tampoco volvió.

La carretera efectivamente se cortó a raí­z de un deslizamiento de esos hermosos morros y estarí­amos aislados hasta que las máquinas pudieran volver a abrir el camino. Sin luz ni personal del hotel, con un sólo teléfono fijo de la recepción y 5 dí­as por delante.

Los integrantes del grupo nos dedicamos a pasar el tiempo consumiendo lo menos posible ya que a la posada todo llegaba por la carretera cortada y nos tendrí­amos que arreglar por nosotros mismos con la comida que allí­ habí­a.

El programa cambió drásticamente: de las excursiones, dí­as de playa y paseos en barco, pasamos a siestas, leer y releer las revistas del hotel y nos inventamos “actividades”. Por ejemplo: uno de los jardineros de la posada que viví­a allí­ mismo, nos enseñó a bailar lambada. Y hasta organizamos un concurso de baile entre las 12 personas que estábamos en la posada: nosotros 8, el jardinero, su mujer y los dueños de la posada. La mujer del jardinero fue la encargada de cantar a capella los 2 o 3 temas que conocí­a, porque no tení­amos cómo escuchar música.

Finalmente, al quinto dí­a, vimos llegar una lancha al atracadero del hotel y nos avisaron que era nuestro “traslado de salida“. Bajamos por una estrecha escalera de madera hasta la playa con nuestra maleta colgando de la espalda atada con una sábana y los pies metidos en el barro.

La barca nos llevó hasta Parati, un precioso pueblito colonial digno de visitar. Y como no tení­amos otro programa hasta que llegara el bus a recogernos, y con unas ganas insaciadas de “ver y conocer“, nos fuimos a caminar por las calles empedradas del casco colonial del pueblo con nuestras pintas de Robinson Crusoe.

Antes de volver a la civilización, dejamos nuestras huellas de barro en la pequeña y blanca iglesia de Santa Rita. Seguí­a lloviendo.

Tal vez tienes una historia parecida, de ese viaje en el que todo salió mal. Puedes enviarlo al concurso Tus vacaciones te han escrito una carta de Costa Cruceros. Y si pasas alguna vez por Parati, no dejes de entrar en la iglesia y recuerda a un grupo de andrajosos agentes de viajes, hambrientos y aburridos pero eximios bailarines de lambada que por allí­ pasaron un dí­a de lluvia.

Imágenes de deltafrut

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5 Comentarios

  • Antonio Quinzan

    Lo siento Valeria, pero no pude evitar reirme durante un rato imaginando la situacion, bailando lambada y con barro hasta las rodillas. Y una pena porque tanto Parati como Ilha Grande son lugares preciosos (cuando no llueve,claro) y tienen en sus alrededores lugares para visitar espectaculares. Y mira por donde en Angra dos Reis nos quisieron meter en una pousada donde habia tantas humedades que el moho crecia por las cortinas y el colchon, empapado,estaba forrado de papel de periodico. Solo faltaban los champiñones. Un saludo y feliz 2012.

    diciembre 31, 2011
    • Valeria

      Y yo me reí mucho recordándolo y escribiéndolo. Afortunadamente no han quedado fotos de las pintas que llevábamos. He podido volver en otras oportundiades con mejior tiempo, y realmente es un lugar digno de visitar. Saludos y un buen año, Antonio !

      diciembre 31, 2011
  • Patch

    Caray, Valeria, qué papelón. Os imagino haciendo hogueras con las cortinas y contando historias a la luz de las velas :) Vaya, espero no tener historias que rivalicen con esta tuya :D

    julio 7, 2011
    • Valeria

      Cuando tantas cosas salen mal, al final te relajas y disfrutas de lo que queda. ¡Menos mal que a nadie se le ocurrió inmortalizar esa bajada de escalera con las maletas atadas a la espalda y los pies en el barro!

      julio 8, 2011
  • Valeria Rodríguez:

    […] esas largas travesías por carretera en el interior de Estados Unidos. Por experiencia: aquella que contaba, cuando estuvimos aislados por los aludes de barro, entre la montaña y un barranco, durante una […]

    mayo 2, 2012

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