Cuando acepté participar de la acción #BlogueroGold con la Tarjeta Gold American Express, sabía que debería contar la historia de algún “personaje” del destino que eligiera.
Lo tuve fácil, la verdad. Encontrar historias en Buenos Aires es tan sencillo como ponerse a hablar con el primero que pase. Podría haber traído una única historia y estaría dentro de lo que me pedían. ¿Pero cómo quedarse con una sola? Imposible. Después de un duro proceso de selección he elegido dos (aunque me quedan algunas más en el tintero que iré contando en mi blog). En cada una vi un valor: trabajo, ternura, esfuerzo, creatividad, orgullo. Dos historias, dos etapas de la vida, dos orígenes, dos visiones. Creo que es una buena pincelada del perfil de Buenos Aires. Aquí van.
La receta del chipá
Cristian es argentino. No sabría ubicar en el mapa a un país cercano llamado Paraguay, sin embargo me detengo a preguntarle sobre lo que está vendiendo en la calle y me cuenta que es chipá, una receta típica paraguaya.
Me lo dice con ímpetu y orgullo. No es para menos. Los 300 chipás que vende cada día (de lunes a lunes) le alcanzan para vivir “justito” pero tranquilos.
Él y Sara, su mujer venezolana embarazada de 6 meses, preparan cada día, a las 4 de la mañana, estos 300 bollos uno por uno. Luego se suben a su motito cargando las cestas y llegan al centro para asentarse justo frente a la plaza de Mayo (“porque acá está la gente que me los puede comprar“).
Conducen casi 2 horas en la noche para llegar, y otras tantas para volver a casa cuando ya han cerrado las oficinas y desaparecido el último turista. Una cena humilde y a dormir.
Me lo dice con una sonrisa, y me cuenta también que no sabe si estará en el parto porque es “medio cagón, ¿vió?” (“A ver si usted lo convence, doña“, casi suplica Sara).
Me voy masticando mi chipá, con la receta en el bolsillo y el corazón inundado de ternura sabiendo que su despertador sonará a las 4.
Preservar la memoria
Marjan Grum era un chiquillo de pocos años cuando la guerra le arrancó de su tierra, Eslovenia, junto a su madre y sus tres hermanos. Como miles de inmigrantes llegaron a Argentina en la década de los años 40 del siglo XX buscando un rincón de paz en el que crecer. No fue fácil: el idioma nuevo, una ciudad ajena, las condiciones de vida en aquellos conventillos donde vivían los inmigrantes.
Venían de una Europa convulsa y encontraron esa paz haciéndose un hueco a los codazos entre otras tantas familias de inmigrantes. El conventillo fue el hogar de la mayoría: antiguas casas donde vivían familias enteras y diversas compartiendo espacio. Cada familia en un cuarto con una mínima cocina, un patio común, un baño común, sueños compartidos.
En esos conventillos se mezclaban idiomas y recetas, se hacían amigos, se fraguaban matrimonios, crecían los niños detrás de una pelota pobre. Ese fue el escenario donde se forjó ese carácter mezclado del argentino, superviviente a cualquiel situación y capaz de adaptarse a cualquier entorno. También allí se define su cocina con mil sabores del mundo, su idioma y el lunfardo, esa combinación de rasgos tan diversos que caminan hoy por las calles de Buenos Aires.
Aquel Marjan chiquilín, prefería escapar del colegio para aprender en la calle. Para dibujar y crear con sus manos. Para ser un autodidacta de la vida y del arte. Para, con el tiempo, convertirse en un guardián de la memoria.
Hoy, con sus manos y la ayuda de su esposa Beatriz, son una pareja de artistas plásticos que han levantado el . Han salvado de la picota uno de los más antiguos del barrio de La Boca, con 130 años de historia, frente a las vías del tren, a pasos del Riachuelo y de Caminito.
Si quieres conocer otra cara de la capital argentina, saliéndote de los circuitos más tradicionales, descubrirás otra Buenos Aires. Entras a este conventillo convertido en museo y vuelves a aquellos tiempos de inmigrantes en los que puedes revivir aquellas ilusiones, los miedos, los aromas de sus países de origen inundando el patio. Han recuperado materiales de otros conventillos ya desaparecidos para completar éste, el de Beatriz y Marjan que cuenta su historia y muestra su obra artística.
Pero en realidad cuenta mucho más: el empeño de Marjan por seguir creando con metal y piedra, casi para si mismo, dando vida una y otra vez a esa historia de inmigrantes para preservar la memoria.
Agradezco a American Express que me diera la oportunidad de probar los servicios de viajar con el programa Membership Rewards y aprovechando la tranquilidad de viajar a través de Viajes American Express y poder volver a Buenos Aires.
Te invito a leer todas las entradas sobre el viaje a Buenos Aires y el resto de viajes de mis colegas en LatitudAmex.es donde podrás votar los posts que más te gusten.
También puedes seguir este viaje en:
* Blog: El próximo viaje
* Instagram:
* Twitter:
* Facebook: .