Apenas tres días en Bucarest, capital de Rumania, me han dado una idea bastante acabada de cómo es la ciudad, cómo la viven sus habitantes y de acercarme a su historia y su personalidad. Dejo aquí un primer recorrido fotográfico extraído de las imágenes subidas a mi cuenta en Instagram () con algunos apuntes que pueden guiar una visita, y que iré desarrollando en próximas entradas.
En la imagen del inicio vemos un resumen del perfil de la ciudad: estilos arquitectónicos de sucesivos períodos históricos que le dan una fisonomía diversa. Las elegantes formas y decoración de la arquitectura romántica francesa de finales del siglo XIX, se encuentra con un alto edificio Art Decó (actual sede de una empresa telefónica), y luego un hotel de moderna construcción que mantuvo el que fuera atrio del Teatro Nacional para convertirlo en la entrada principal.
A pesar de los propios rumanos, el gigante Palacio del Parlamento o Palacio del Pueblo, es uno de los iconos de Bucarest y atrae cada día a cientos de visitantes de todo el mundo.
Clarísimo ejemplo del despotismo de Nicolae Ceausescu, este enorme palacio se construyó a lo largo de 10 años. Se terminó luego de la Revolución Rumana de 1989 que lo destituyera (y acabara con su vida) por lo que no llegó a verlo terminado.
El Museo Nacional al Satului, es un museo a cielo abierto, etnográfico, donde encontrarás ejemplos de cómo vivían (y viven) en distintas regiones de Rumania. Casas, molinos, iglesias, transportadas y reconstruidas a principios del siglo XX hasta la capital.
La ciudad de Bucarest sorprende por su aire “vintage” y su animada vida social, especialmente en el casco histórico, a medio remozar.
La gente en Bucarest (aclaro, en la capital, porque no he recorrido el interior) es muy abierta. Mucha gente habla español (o al menos lo comprende) y es bastante sencillo que ellos te entiendan. En cambio, es absolutamente imposible tratar de descifrar lo que te dicen cuando hablan rumano, salvo alguna palabra suelta.
La sociedad de Bucarest se muestra variada… Pareciera como que la apertura a Occidente después de la Revolución que terminó sus largas décadas “soviéticas”, haya sido demasiado rápida para algunos, anclados en la forma de vivir anterior, y una bendición para muchos otros que abrazaron el “mundo capitalista” con ganas.
Finalmente, Bucarest sorprende con magníficas vistas elegantes, sobre todo en el paseo del río Dámbovita, que la atraviesa. Algo francés, algo soviético, algo decadente… siempre atractivo.
Prometo más sobre Bucarest. Lugares donde comer, algo sobre su gastronomía, el movimiento cultural, etc.
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