He dormido en estaciones de tren y aeropuertos, en una cabaña sami en Laponia, en tiendas de campaña junto a lagos perdidos, en hoteles feos o muy buenos, en cientos de sitios. Pero nunca había dormido en una capilla.
Me tocó esta experiencia en un viaje al Valle del Loira y la aproveché al máximo. Había llegado al corazón del Loira en el trenhotel Elypsos y a partir de allí nos dedicamos a recorrer distintos puntos de la región.
El Chateau des Tourelles es una propiedad burguesa algo venida a menos (con ese toque decadente tan trendy que vemos en las revistas de decoración francesas). Se encuentra a 6 kilómetros de Tours, en Fondettes, un pueblo pequeño y apacible, junto al río.
A nuestra llegada nos esperaba la dueña y su perro, que nos dió las llaves de los cuartos y nos dejó la casa para nosotros.
En el edificio principal se ubican un par de cuartos, además de las habitaciones privadas de la familia con quien se comparte espacio. En el amplio jardín que rodea al “chateau” hay otra variante de alojamiento bastante novedosa también: unos nidos construidos con velas de veleros, con forma de iglú que cuelgan de los árboles sostenidas por unas mallas de red que sirven también para treparte hasta ellos.
A mí, sin embargo, me tocó dormir sola en la que fuera la capilla de la familia.
Para llegar a la pequeña construcción, tenía que cruzar el huerto. Al caer el sol, a oscuras, porque ni el huerto ni la “iglesia” tienen luz eléctrica, por lo que junto con la enorme y pesada llave de la puerta del templo/habitación, te entregan una linterna.
El huerto no estaba en su mejor momento castigado por el clima, aunque puedo imaginármelo en esas hermosas fotos que ilustran esas mismas revistas de decoración, con mesas bajo los árboles y flores y frutos saliendo de una antigua sopera.
En la pequeña capilla del siglo XVII se había retirado el altar y las sillas de madera para incluir una confortable cama doble. Apenas quedaba espacio para mucho mas, pero el buen gusto convirtió al “santo lugar” en un cuarto mas que apetecible donde dormí junto a una hornacina con restos de velas, una pequeña pila bautismal y un mueble de sacristía convenientemente pintado de blanco decapée (muy trendy también).
Viaja seguro y con 5% de descuento para nuestros lectoresAl despertar, con la luz del sol filtrándose por la alta ventana de vidriería original de colores (y alguna rotura dejada tal vez para que no olvides el paso del tiempo), todo olía a campo.
Habían caído unas gotas durante la noche (pensé en mis compañeros de viaje que durmieron como los pájaros en sus nidos bamboleantes mientras a mi me habían abrazado una suaves y mullidas sábanas con olor a espliego).
Cruzar el huerto entonces me regaló una fiesta de sentidos: las aromáticas despertaban, las lavandas frescas y enhiestas me rozaban las rodillas, hasta las hierbas silvestres parecían puestas por un escenógrafo para que mi camino hacia el desayuno estuviera inundado de perfumes.
El desayuno se sirvió en una amplia mesa redonda, con la luz temprana inundando el comedor, y repleta de productos para hacer nuestro desayuno mas personalizado aún. Allí no había lujos, salvo el lujo del buen gusto y el toque elegante y a la vez descuidado de las comarcas del interior de Francia.
No había apuro. Podíamos seguir disfrutando del ambiente mientras la charla se desgranaba entre tostadas, mermeladas caseras, panes con semillas, y leche fresca.
Desde el momento de la bienvenida, no volvimos a ver a la dueña. El Chateau des Tourelles se había convertido en nuestra casa por unas horas, que disfruté a pleno.
Aquí la web del Chateau des Tourelles. Al pie tienes el enlace a mi galería completa del hotel en FLickr.
Chateau des Tourelles, Tours, Valle del Loira, a set on Flickr.
3 Comentarios
Vaya aventuraaaa!!!!!!!!!!! muy original!!!
Eso si que es un hotel diferente.
Una experiencia diferente! Muy recomendable!