Este fin de semana hice un micro viaje de inmersión cultural. No me fui muy lejos. Apenas unos 700 metros de mi casa, hasta el centro de Marbella. Y allí descubrí los diferentes rostros de la integración.
La semana de feria es un acontecimiento social que es esperado por toda la ciudad (casi digo “pueblo”… y es asi). Se desarrolla durante toda la semana que incluya al 11 de junio (San Bernabé, patrono de la ciudad).
La “feria de día” a lo largo del Parque de la Represa en el centro (hasta hace un par de años tenía lugar en las calles del casco antiguo). Desde el mediodía y hasta las 8 de la noche las “casetas” se inundan de gente de todo tipo que van a encontrarse, bailar, comer y tomar una copa (o varias).
La “feria de noche” se ubica a poco mas de 800 metros de la anterior, en un predio abierto cercano al Centro de Salud Las Albarizas y donde cada lunes se realiza el “mercadillo” o street market, como lo llaman los turistas extranjeros que van por ahí perdidos buscando ayuda para llegar y observar las costumbres de la local people. Esta feria de noche es básicamente un parque de atracciones, puestos de comida y una carpa para espectáculos musicales que torturan al vecindario con rumbitas y flamenquito hasta el amanecer.
Como les decía, fui a la feria de día para ver, observar detalles y tratar de captar algo de lo mucho que pasa por allí.
Grupos de jovencitas vestidas para “matar”, jeans y camisetas “tatuados” en el cuerpo, de charla y paseo con auténticas flamencas de 16 años.
Señoras que llevan varias décadas de ferias encima, y demuestran con cada revoleo de brazos que la edad no está en el documento. Jinetes que sacan a pasear por el centro a sus caballos, con la elegancia austera del hombre de pueblo. Coches a caballo mezclados con chicos en patineta, barras inundadas de mojitos y botellas de tinto de verano asomando de bolsas plásticas del super mas cercano.
Comida, no falta. Encuentros gastronómicos tan variados como el menú de cada caseta: pulpo asado “en directo” sobre una barbacoa portátil, pinchos morunos apilados en tuppers, cazuelas tentadoras rebosantes de habitas con bacon o bocadillos de tortilla junto al hueso de lo que fuera un jamón entero (y van…).
Y la gente, ese maravilloso paisaje humano de mil colores, acentos y procedencias. Marbella reúne todo el año a mas de cien nacionalidades entre sus residentes, y creo que cada una tenía su representación en la feria.
Sandra, la nueva flamenquita con su familia que viven la feria a miles de kilómetros de su Ecuador natal.
La parejita de rusos afincados hace poco compartiendo un mojito king size.
Juan Antonio que mira con orgullo a Pablo, su clon de pocos años a lomos de su caballo, como él.
Vilma, la cubana que se gana la vida repartiendo folletos de una discoteca (o eso dice).
Manoli y Carmen, dos “marbelleras” que se visten a juego junto con otras 10 “chicas” para inundar el tablao de la feria con sus taconazos, desde hace muchas décadas.
Patricia, Alba, Luján y Pilar que mezclan el andaluz y el argentino en su charla adolescente mientras contonean minifaldas y faralaes.
Lo dicho, una tarde de paseo… una inmersión cultural a pasos de casa.
2 Comentarios
La verdad es que has resumido perfectamente a mi entender…la historia de la feria de Marbella…ehnorabuena por tus post y reportajes.
Gracias Pilar! Espero volver a encontrarte por aqui. Bienvenida a mi casa!