Su nombre nos suena de los informativos o periódicos. Las llegadas de inmigrantes ilegales africanos a la pequeña isla italiana de Lampedusa la puso en nuestro mapa mental.
Sin embargo la isla es el lugar de destino de muchos turistas que buscan el contacto con la Naturaleza y la historia. Aguas transparentes, arenas blancas, acantilados y pequeñas calas dibujan su contorno. Grandes prados de flores silvestres pintan su tierra de colores.
Lampedusa, la más grande de las islas Pelagias, sólo está a 200 kilómetros de Sicilia, y a 120 de Túnez. Ha sido tierra codiciada por griegos, fenicios, romanos, sarracenos y aragoneses, quienes pasaron y dominaron en algún momento de su extensa historia.
La mayoría de sus 5.000 habitantes viven en la pequeña población que lleva el mismo nombre de la isla, Lampedusa. Calles tranquilas sembradas de bares con mesitas al sol, donde se pasa el día hablando de fútbol, de comida o de inmigración.
Esta gente ha vivido siglos dependiendo de la pesca. Y últimamente, del turismo. Deseosa de mantener un equilibrio entre tradición y desarrollo. Sin embargo, la llegada masiva de inmigrantes en precarias embarcaciones desde la costa africana ha cambiado la dinámica de la isla, la vida del pueblo, el favor de los turistas.
Los titulares que hablaban de campamentos sobrecargados de inmigrantes ilegales ha ahuyentado a gran parte de ese turismo. La pasada temporada de verano, la ocupación hotelera ha caído casi un 80% y los servicios derivados han sufrido el impacto también.
Las autoridades italianas han ido despoblando los campamentos desde el mes de mayo pasado. En cooperación con Libia, regresan a los sin papeles a territorio africano antes que lleguen a pisar suelo firme europeo.
El programa de deportación está siendo muy criticado, hasta por la Agencia de de Refugiados de las Naciones Unidas por violar la Convención de Ginebra de 1951.
Pero a los habitantes de Lampedusa poco les importa de Ginebra ni agencias. Ellos ven que su pueblo vuelve a ser de ellos. Recuerdan con tristeza cómo el pasado año, 32.000 desesperados africanos llegaron a la isla y llegaron a ocupar una superficie de 20 kilómetros cuadrados de la pequeña isla.
Junto a ellos, las fuerzas de seguridad y autoridades que intentaban parar las revueltas, daban la imagen de una isla tomada. Y los turistas se fueron.
Para llegar a esta isla podéis tomar un ferry que la conecta con Sicilia. Lampedusa también cuenta con un pequeño aeropuerto que recibe vuelos nacionales.
Un lugar soñado para quienes desean pasar unos días de playa, la isla cuenta con numerosas calas entre ellas cala Pulcino, cala Maluk, cala Pisana, playa Guitgia, cala Francese y cala Croce.
Ahora, perdida la temporada pero con esperanzas de recuperar el favor de los turistas que encuentran Naturaleza e historia en estado puro en Lampedusa, sus habitantes han sabido aprovechar (¡cómo no!) la experiencia reciente.
En el Cimitero delle Barche, cientos de barcas de madera que cruzaron el Mediterráneo cargando la esperanza de miles de hombres, se apilan para que los próximos que vengan (turistas, claro), puedan verlas.
Imagen de Luca Siragusa y Pier Vincenzo Canale